Una placa de Félix Granda en Patrimonio Nacional

Se me ocurren pocas formas más eficaces de espantar lectores que comenzar esta entrada diciendo que voy a hablar de la Ley Hipotecaria. Calmaos, no salgáis aún corriendo, que no es del todo cierto. De lo que voy a hablar, en realidad, es de una curiosa representación alegórica suya, en una placa realizada por los Talleres de Arte de Félix Granda, allá por 1917. Pero comencemos por el principio.

De todos los tipos de platería civil que se produjeron en Talleres de Arte, las placas y objetos conmemorativos son, tal vez, los más interesantes. Como ocurre con todas las piezas civiles de Talleres, a menudo sólo sus fotografías han llegado hasta nuestros días; pero en ellas aparecen dedicatorias, inscripciones, que nos abren la puerta, aunque sea una diminuta rendija, para conocer la historia detrás de ellos, y los nombres de quienes las encargaron o recibieron. Son, además, el tipo más frecuente (o al menos, el que más se fotografió) y en el que más variedad hubo, pues no se limitaban a las típicas placas, sino que se hacían toda clase de objetos conmemorativos, de diferentes formas, estilos y, sobre todo, con muy distintos asuntos iconográficos, siempre acordes con el hecho que conmemoraban.

Representan también un caso excepcional porque, de las pocas piezas localizadas que aún existen, nada más y nada menos que 4 son, precisamente, placas conmemorativas; y todas ellas en la misma colección: Patrimonio Nacional. Hablé sobre estas piezas en la publicación de Estudios de Platería San Eloy 2016 (pp. 209-212), y describí una como ejemplo, que es a la que dedico la entrada de hoy.[1]

Las cuatro placas se encuentran en la Real Biblioteca del Palacio de Oriente. La Real Biblioteca es, por cierto, uno de esos lugares en los que hay que reprimir las ganas de esconderse bajo una mesa de consulta, con la esperanza de que no se note mucho y te dejen quedarte a vivir allí para siempre. Perfectamente conservada, te hace trasladarte a otra época al recorrer sus salas, amuebladas con dos pisos de preciosas librerías, cuyos cristales devuelven los reflejos irregulares del vidrio estirado. En una de esas salas repletas de tesoros, en especial en forma de libro, está la placa, discretamente colocada junto a una ventana. No es difícil imaginar que puede estar allí desde que la recibió, en 1917, el rey Alfonso XIII.

La placa es un obsequio al Rey por parte de la Asociación de Registradores de la Propiedad en 1917, con motivo de su aceptación de la presidencia de honor de la misma. En San Eloy podréis encontrar una fotografía de la placa, que no reproduzco aquí para preservar los derechos sobre esta imagen de Patrimonio Nacional. Pero, a cambio, os traigo una fotografía que se conserva en el AFXG del diseño original, que no pude publicar allí por falta de espacio, y trataré además de describirla sucintamente.

Diseño original para la placa ofrecida por los Registradores de la Propiedad a Alfonso XIII (1917). AFXG, Archivo Fotográfico, Series en sobres, R.03.1800

Diseño original para la placa ofrecida por los Registradores de la Propiedad a Alfonso XIII (1917). AFXG, Archivo Fotográfico, Series en sobres, R.03.1800

Se trata de una pieza verdaderamente rica, por su minuciosa ejecución. Se aparta del tipo más habitual de placa; su tamaño es relativamente pequeño (27 x 25 x 3,50 cm, aunque está montada sobre una plancha de madera algo mayor), y tiene la forma de un pequeño retablo. Presenta ya la marca más conocida de los Talleres, la que catalogamos como cuarta (ver página sobre las marcas de platero): de contorno cuadrado con esquinas redondeadas, en el que se inscribe el ramillete de tres flores flanqueado por “T” y “A”. No se ve marca de contraste, por lo que queda la duda de si será enteramente de plata y plata dorada, o si incorporará el latón, más pobre. Y, a pesar de ello, no deja lugar a dudas sobre su riqueza. La estructura de retablo enmarca una placa central de marfil tallado, donde se desarrolla el asunto; también son de marfil las columnitas dispuestas a ambos lados, que quedan parcialmente cubiertas con grutescos repujados y calados, de plata dorada. Incorpora también elementos de plata fundida, repujada y esmaltada. Los motivos repujados prácticamente no se repiten. La arquitectura está animada por putti, que sostienen una guirnalda o hacen la función de atlantes. El friso superior tiene el fondo repujado de plata dorada, sobre el que van aplicadas las figuras de ocho marmosetes[2], separados en dos grupos por el escudo de España, en el centro. Lo sostienen en una tarjeta dos tenantes de plata y está esmaltado sobre una chapa oval, timbrado con una corona real calada y engastada con brillantes y rubíes.

Contiene tres inscripciones; en una placa inferior, la dedicatoria:

“A S. M. EL REY ALFONSO XIII (Q. D. G.) / QUE MAGNANIMO SE DIGNO ACEPTAR LA PRESI- / DENCIA DE HONOR DE LA ASOCIACION DE REGIS- / TRADORES DE LA PROPIEDAD DE ESPAÑA. / LA ASOCIACION AGRADECIDA POR LA HONRA RECIBIDA”;

Y, en el relieve de marfil, dos inscripciones latinas, cuyo significado desvelaremos después:

“QUI VERO CUSTODIT LE / GEM BEATUS EST” y “CUM LEX DEFECERIT DISSI / PABITUR POPULUS”.

El asunto de la placa de marfil es un magnífico ejemplo de la complejidad de los programas iconográficos utilizados por Félix Granda, no sólo en la obra religiosa, sino también en la civil. A veces, son tan intrincados que no es posible comprender lo que significan, de no tener la suerte de que lo dejara escrito en alguna parte. Lo cierto es que era su costumbre hacerlo, y entregarle esa explicación al cliente, pero en la mayoría de los casos no se conserva. Afortunadamente, esa explicación existe en el caso de esta pieza, recogida en una publicación de la época. [3]

La escena está compuesta por tres grupos escultóricos. En el eje, una figura femenina sedente; a la izquierda, otra figura femenina con peplo derrama líquido de un jarro, en un cuenco sostenido por una tercera figura femenina, sentada sobre un barril del que salen frutos como de una cornucopia; a la derecha, dos figuras masculinas luchan entre sí sobre una cabeza de venado, y tras ellos aparece en actitud pacificadora otra figura masculina. Sobre las escenas laterales se disponen las dos inscripciones latinas mencionadas. Culmina con el tercer cuerpo, formado por un entablamento de cornisa lisa y sin remate.

Veamos ahora su complejo significado. La figura central representa a la Ley Hipotecaria, “amparando el dominio, figurado por un mensajero suyo que interviene pacificador en la lucha de dos hombres primitivos que pugnan por la posesión de una res cazada”, y respecto al otro grupo, “fomentando el crédito territorial, encarnado en una ninfa que apaga la sed de la madre Agricultura, de cuyo asiento, figurado por un tonel, brotan raudales de agua y frutos.”

Aún va más allá el documento, desvelando que la arquitectura de la pieza se inspira en la reja (y añadiríamos que también en el retablo) de la capilla del Condestable de la Catedral de Burgos, y no por una razón cualquiera, sino por ser del “estilo plateresco, el más genuino español, contemporáneo de la Pragmática de los Reyes Dª Juana y D. Carlos I, de 1539, que a petición de las Cortes de Toledo creó el Registro de la propiedad (…).”

Granda incorpora, incluso, fundamento bíblico para el asunto elegido, pues las frases en latín están tomadas de la Biblia, del libro de Proverbios (29, 18) – “Cum prophetia defecerit, dissipabitur populus; qui vero custodit legem beatus est”; “cuando no hay profetas, el pueblo se desmanda; quien observa la ley es dichoso” –, aunque intercambiadas entre sí y con una ligera modificación, que convierte la palabra “prophetia” en la más conveniente “lex”.

La placa se conserva en perfecto estado, aunque se beneficiaría mucho de una restauración de limpieza superficial, pues se aprecia en ella la sulfuración característica de la plata.

[1] Aprovecho una vez más para hacer constar mi agradecimiento a Amelia Aranda, conservadora de Patrimonio Nacional, por su accesibilidad y amabilidad a la hora de estudiar estas piezas, que hemos podido contemplar in situ.

[2] Aunque la palabra marmosete (del francés marmouset, monigote) se aplicaba con más frecuencia en el ámbito de la imprenta, debe ser el nombre que Félix Granda da a estas figuras encorvadas, pues es el que figura, aunque con la grafía incorrecta “marmoceset”, en la “descripción según nota” a la que hace referencia el artículo de prensa en el que aparece la pieza, y que seguramente no era otra que la que habituaba a entregar Granda con sus obras.

[3] La Reforma. Revista notarial, año XIII, nº 650, Madrid, 12 de diciembre de 1917, pp. 593 y 594.

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